Ultimos Articulos

Rojo, el color de la mística - Libertadores 1975


Era el año 1975. Independiente era ya cinco veces campeón de América y una vez campeón Intercontinental. En ese momento era tricampeón de América al hilo (...) pero tras dos partidos de semifinales el sueño (de ser el tetracampeón de America) se esfumaba, o casi, pues estaba virtualmente eliminado.

Sólo un milagro podía hacer clasificar a Independiente.

En esta ocasión estamos en el año 1975. Independiente era ya cinco veces campeón de América y una vez campeón Intercontinental. En ese momento era tricampeón de América al hilo, pues con un equipo inolvidable liderado por Bochini y Bertoni había ganado en las ediciones de 1972, 73 y 74. Aunque sería injusto decir que sólo ellos eran el equipo, pues ninguno estaba en el primer equipo en el 72, y el primer título de ambos sería el del 73. Con las tres Copas seguidas, igualaban el récord del Estudiantes de Zubeldía, que también consiguió tres seguidas unos años antes: 1968, 69 y 70. Se quedó a un paso del tetracampeonato, pues llegó a la final del 71, pero perdió ante Nacional. Y superarlo y ser el primer tetracampeón de América era el sueño de la gente de Independiente, pero tras dos partidos de semifinales el sueño se esfumaba, o casi, pues estaba virtualmente eliminado: eximido de fase previa por ser el campeón, en semifinales le tocó, en un grupo de tres, Cruzeiro de Brasil y Rosario Central, argentino también. Y estaba virtualmente eliminado porque perdió 2-0 con ambos. Como Cruzeiro le ganó también 2-0 a Central, la clasificación estaba (a 2 puntos por victoria) así; Cruzeiro 4 puintos, Central 2 e Independiente 1. Sólo se clasificaba el primero a la final. Así que sólo un milagro podía hacer clasificar a Independiente.

El siguiente partido de la liguilla lo jugó Independiente con Central, en la Doble Visera, y se abrió un
pequeño rayo de esperanza, pues se igualó el marcador de la ida, 2-0. El siguiente partido era en el Gigante de Arroyito, si Cruzeiro ganaba o empataba, era finalista. El Canalla buscaba ganar, y que hubiera una diferencia de más de dos goles para darle la vuelta y colocarse primero, y si ganaba por dos, dependería de lo que ocurriera en el último partido. Ganó Rosario 3-1, dejándole una pequeña esperanza a Independiente. Ganar 3-0 o más. Los goles fuera de casa del duelo directo valían doble, por lo que si Cruzeiro metía 1, Independiente tenía que meter cinco, y si metía dos, los diablos debían meter nada más y nada menos que ocho goles.

Aquel Cruzeiro era un equipo maravilloso, con jugadores como Raúl, Nelinho, Wilson Piazza, Dirceu López, Roberto, Batata, Palhinha, Joaozinho, que al año siguiente le ganaría la Copa a River, y dos después, perdería la Copa con Boca en los penales del partido de desempate.

La Doble Visera se llena a reventar para intentar el milagro. Pero Cruzeiro, demuestra que no ha venido de paseo y al minuto de juego Nelinho estrella un tiro en el travesaño y hace correr el miedo por todo el estadio. Pero Independiente se hace con el partido y arrolla y acorrala a los brasileños. A los 34 del primer tiempo hay un penal a favor del Rojo, cometido sobre Comisso al ser agarrado por dos brasileños. Lo tira Pavoni, lateral izquierdo, y  lo cambia por gol.  Queda todo el partido por delante y hacen falta dos goles.

Gol Olímpico de Bertoni
A los 21:30 del segundo tiempo, Bertoni saca un córner, que se cierra y se cierra, el arquero no llega a tapar y el balón se mete en la red, gol olímpico de Daniel Bertoni para que la Doble Visera explote, el Rojo está a un sólo gol del milagro.

A los 30 minutos Independiente, por medio de Pavoni, bota un nuevo saque de esquina. Todo Cruzeiro en su área, todo Independiente salvo el arquero y un defensor también. Va a sacar Pavoni, como digo, entran varios hombres a rematar, pero sólo llega Ruiz Moreno, el delantero, que cabecea a la red para que la Doble Visera se venga abajo, los diablos ha vuelto ha obrar un milagro, están por cuarto año consecutivo en la final de la Libertadores, tras estar prácticamente eliminados, la mística copera de Independiente ha podido con todo.

En la final le ganaría a Unión Española de Chile, en el partido de desempate, por 2-0, para cerrar el tetracampeonato y superar a Estudiantes, marca no superada aún.

Éste partido inspiró, mezclado por la memoria infantil con una final de Libertadores, el cuento de Eduardo Sacheri "Independiente, mi viejo y yo", según me confirmó el propio escritor vía twitter, al que le reitero desde aquí mi agradecimiento, y que según me dijo nunca ha querido confirmar los partidos que conformaban el recuerdo: si era este partido el de la remontada (aunque en ésto creo no hay otra posibilidad) y luego qué final era (aquí podría ser cualquiera de las cuatro seguidas, aunque cree que es la del 73). Y dijo, que nunca había querido verificarlo para que nunca dejara de ser éso, un recuerdo de la niñez.



Más

Larga vida a la gambeta


Larga vida a la gambeta. 

¿Que tienen en común Erico, De la Mata, Sastre, Grillo, Bernao, Bochini? La respuesta es sencilla, y no es que los seis defendieron la camiseta del CA Independiente, sino algo que los caracterizaba, que los hacia diferentes, algo tan necesario para el fútbol como un arquero o el gol mismo, y, lamentablemente, casi en extinción. Si, nada mas que la gambeta, la máxima expresión de habilidad adentro de una cancha, la que te permite sacarte un rival de encima, y de la misma forma, hacerlo con otro, y con otro. Creando espacios donde no los había, amontonando rivales, dejando compañeros libres. Limpiando la cancha. Haciendo saltar de fascinación al publico.

¿Y en que otro esquema podría encajar mejor esta habilidad que no fuera en equipos ofensivos, donde prima el juego antes que el "sacrificio", la elegancia antes tozudez. La alegría del merecimiento antes que el éxito por el éxito? ¿En que otro estilo de juego encajaría mejor que en el estilo de juego de Los Diablos Rojos? Por eso, tampoco se esta muy errado cuando se dice que esos seis futbolistas tienen en común haber vestido la camiseta roja. Por que si lograron ser ídolos en uno de los equipos mas gloriosos del mundo, es por algo, por que se lo ganaron a flor de piel, por que su estilo se acoplo al estilo que la historia del club demanda, representando todo lo que tiene que representar un profesional vestido con camiseta roja: El Paladar Negro. Y su aporte fue la gambeta.

A continuación un homenaje a la gambeta ¿Y quienes están mas capacitados para homenajear que sus mismos exponentes ya mencionados anteriormente?

Arsenio Erico


Seguramente el mejor jugador de la historia del club, lo único seguro es que es el máximo goleador.
Supo brillar por luz propia en un equipo plagado de magia, de figuras -De la Mata, Sastre, entre otros-  
Pero si esta en este especial es que no solo lo caracterizaba sus goles, sino que tenia todo un arsenal, todas las herramientas para el objetivo final que era, claramente, el gol. Y una de esas armas era la gambeta.

“Tenía todo: gambeta, velocidad, tiro, gol (...) Parecía de mimbre. Un hombre de goma. Manejando, tocando la pelota con las dos piernas, gambeteaba siempre hacia adelante, en profundidad."

Raúl Molina: El Hombre de Mimbre - Entrevista al Gran Arsenio Erico


"En la actualidad se entrenan como atletas no como futbolistas. Corren y corren. ¿Están mejor físicamente? ¡No! Si al fútbol no se juega físicamente, se juega corriendo, pero corriendo no se juega… El que juega quiere jugar y nada más. El fundamento del fútbol, lo principal, es el dominio de la pelota, y con ese dominio, la presencia del gambeteador que limpia la cancha. Ahora dicen que gambetear es un defecto"
Arsenio Erico - El Gardel del Fútbol 

 "Claro que gambeteo. Es para abrirme paso y así poder darle al hincha el gol que es lo que espera y más le gusta"

Arsenio Erico

 Vicente De la Mata


"Ha sido uno de los más grandes gambeteadores del fútbol argentino" Escribía la revista El Gráfico anunciando su retiro de Independiente, y mira que habrá sido su especialidad la gambeta, la técnica con la que hacia su aporte al primer gran equipo del profesionalismo argentino, que fue el mismísimo Antonio Sastre, otro especialista en la metería, el que lo bautizo "Capote" Que en sus propias palabras significaba nada mas que "Gambeta libre"

"Quería decir que había gambeta libre. Con él gambeteábamos hasta cansarnos. Subiendo y bajando la pelota nos olvidábamos de los demás". Recordaba Antonio Sastre.

Era capaz de hacer quince o veinte gambetas en un mismo partido, su dribbling era sensacional y no era morfón. En la cancha, siempre buscaba a su compañero mejor ubicado, aunque hubo un día en el que se olvidó de todos y armó su mejor jugada. ¿Y quien mas para contar aquel gol contra River que el mismo? Por si queremos darnos una idea de lo que era adentro de la cancha, no hay mejor ejemplo que ese gol, y no hay otro mejor calificado que el propio Vicente.

"La jugada la inició el arquero Bello tirándome la pelota con las manos. Primero eludí a Moreno, después a Minella y enseguida encontré otra vez a Moreno. Lo volví a pasar, haciendo lo mismo con Wergifker y Santamaría. Cuando me salió Cuello abrí el balón hacia un costado y tuve que esforzarme para que no se fuera. No daba más. La paré, levanté dos veces la cabeza -como deben hacerlo los buenos jugadores- y vi que entraba Erico pidiéndomela. Lo lógico hubiera sido pasársela y, por eso, Sirni se adelantó y salió del arco. Ahí decidí patear. La pelota le pasó por atrás, pegó en el poste opuesto y entró"
Vicente De la Mata - Toda su vida hizo Capote

Antonio Sastre


Antonio se abría paso a fuerza de gambetas y fina estampa. Un adelantado a su época, Sastre entendió el concepto y la virtud de la polifuncionalidad como el mejor soldado bielsista, décadas antes de que dicha tendencia inundara el panorama global.

"Soy muy respetuoso y un admirador de la gambeta. Es mas: considero que dos gambetas juntas cambian el contenido de un partido, lo despeja, lo oxigena, lo hace mas saludable"

Marcelo Bielsa





"No me gustaba que me robaran la pelota, porque la pelota hay que pelearla y si te la sacan es porque perdiste la pelea. Esos que la pierden y se quedan con los brazos cruzados no deberían jugar. Así era en el potrero, que fue para mí lo que el paraíso para otros"
Antonio Sastre - El hombre orquesta
Y valla que fue un visionario "soldado bielsista" que el mismo Bielsa, y cayendo en las comparaciones odiosas, no queda mas que citarlo a el también, para ver la magnitud que significaba "El Cuila". Polifuncional antes que la Holanda de Michels, bielsista antes que el mismo Bielsa.

...El fútbol para nosotros es movimiento, desplazamiento.
Hay que esta siempre corriendo. A cualquier jugador, y en cualquier circunstancia, le encuentro un motivo para estar corriendo. En el fútbol no existe circunstancia alguna para que un jugador este parado en la cancha"
Macerlo Bielsa

 Ernesto Grillo


A medida que avanzó por la izquierda, la jugada se fue cargando de simbolismo... En esa diabólica gambeta ante los ingleses en la cancha de River, Ernesto Grillo cruzó imaginariamente el río Támesis a pura habilidad, dejó parado como un poste al Big Ben y entró al Palacio de Buckingham como Pancho por su casa.
Es que ese día, Grillo marco con los ingleses un gol de antología, de tal magnitud que fue considerada la fecha como el "Día del futbolista argentino". Es que para coronar una fantástica definición, antes tuvo que dar cátedra de una de sus especialidades: La gambeta.

Se la pedí a Lacasia y me fui. No me acuerdo a cuántos dejé en el camino. Ya en el área, me faltaba ángulo y le pegué arriba: entró entre el hueco que dejó el arquero y el palo. ¿Si le di al arco? Mire, para ganar la lotería hay que comprar un billete...
Ernesto Grillo - Rimaba con Brillo...
En el histórico 0-6 propinado al Real Madrid en su propio estadio, la prensa española, repasando el partido se rendían ante El Rojo diciendo: "El Independiente sigue realizando abundantes gambeteos y malabarismos. Grillo realiza una verdadera exhibición de dominio con el balón"

Pero sus palabras de elogio no se quedaban ahí, un cronista, absorto con el estilo de juego del equipo, escribía:

"Sentíamos el gozo natural de ver sobre el césped un juego bello, trenzado a veces, otras individualista, pero efectivo siempre. Sentíamos -¿por qué no decirlo?- el gozo de ver triunfar al hombre sobre el sistema, a la técnica sobre la táctica, eso ya por desgracia casi olvidado en nuestras canchas..."

Y estas palabras, ese "Hombre sobre el sistema" nos recuerda nada mas ni nada menos que al gran Ernesto.

Raúl Bernao 


Tipo de gambeta indescifrable y constantes desbordes, Bernao era de esos wines que no se movían de su punta. Agarraba la pelota y encaraba, no le tenía miedo al choque. Era un artista de la gambeta, en sentido individual y colectivo. Desde su función de puntero derecho, no era sólo un buen solista que buscaba autoabastecer su ego futbolístico, sino que a sus compañeros les servía su viboreante recorrido con la pelota, y su facilidad para dejar a menudo a la defensa rival desparramada. Era un virtuoso improvisador de engaños y posiciones ofensivas ganadas, solía quebrar la línea de fondo en reiteradas ocasiones, y si se daba la chance, se entremezclaba en el área para definir. 




"Bernao era amague, freno, quiebre y velocidad corta. Si no lo tomaba bien antes de recibir y tenía los dos segundos para girar y encararme, ganaba él"
Silvio Marzolini - El poeta de la derecha

Y si que tenia derecho de hablar el puntero izquierdo boquense, esto es lo que decía otro ídolo de Independiente, Bertoni (Lo decía el y cualquiera que vio visto fútbol) sobre Marzolini, y claro, sobre Bernao, luego de confesar que era su ídolo de la infancia:

Me gustaba su desborde, su habilidad. Cuando jugaba contra Boca y Marzolini, más todavía. Silvio era el mejor tres del mundo, impasable para todos, menos para Bernao, que le daba unos bailes bárbaros. 


Ricardo Bochini


"El fútbol, según Bochini, era de paredes, gambetas y pase profundo, definición simple y concreta que encaja con su personalidad poco ruidosa.  Con paredes y gambetas limpiaba su propio camino de odiosos adversarios"
Decía Jorge Valdano en Woody Allen jugando al fútbol

Lo único cierto es cualquier definición sobre 'El Bocha' se quedaría corta, ya todo esta dicho para este jugador que tenia todas para perder, resultado de un físico que no lo favorita para su profesión, y que por el contrario, contra la lógica y los pronósticos, supo superar las adversidades y ganar todo

La gambeta es fundamental para limpiar el camino y avanzar, para crear la situación de gol. Es la jugada más complicada para el que defiende. Teniendo habilidad y potencia de arranque, no existe sistema que pueda detener a un jugador habilidoso. La gambeta que lastima es la que se hace para adelante, para los costados o para atrás no sirve
Ricardo Bochini

''...Si habrás llenado tantas tardes mustias,
lujoso de arabescos y reflejos
que desataban nudos, mufa, angustias,
o sacaban un gol como un conejo.
Los magistrales quiebres de cintura,
el amague feliz, la gran pirueta,
de esconder la pelota o la locura
de bordar media cancha con gambetas...''
Héctor Negro

 Larga vida a la gambeta. Larga vida a Independiente.
Más

La máxima goleada del clásico


En el fútbol como en la vida no hay lógica, pero si hablamos del clásico Independiente y Racing y nos preguntamos quien posee la mayor goleada sobre su rival, la respuesta si se hace lógica: No podría ser otro que el CA Independiente. Fue en una jornada gloriosa del campeonato de 1940 en la que el Rojo pudo doblegar a su rival de toda la vida por un 7-0 histórico.

Raúl Leguizamón, Centre-Half de Independiente
que inicio el camino de la histórica goleada
Este fue, es y por lo menos suponemos que por un largo tiempo más, seguirá siendo el resultado más abultado conseguido en el clásico de Avellaneda. Un 7 a 0 inobjetable, entre Independiente que fue el local y Racing, con triunfo de los Diablos en ésa ocasión.

Corría el 3 de noviembre de 1940, en el marco de la 27° fecha del certamen de ese año. A pesar de que la primera mitad terminó solamente con ventaja de dos tantos, provenientes de Leguizamón y Erico, a los 41 y 43 minutos en cada caso, iba a encontrar las llaves del gol mucho más seguido en los cuarenta y cinco restantes.

El Rojo apretó el acelerador en la parte final y consiguió esos otros cinco goles que llevaron a una goleada única en la historia de este duelo tan especial. Los que completaron este resultado fueron Juan José Zorrilla en dos ocasiones (a los 13 y 40 de juego), Vicente De la Mata también aportó un doblete (a los 15 y 42 minutos) más otro de Arsenio Erico a los 44 del segundo tiempo.

Para Independiente, jugaron: Fernando Bello; Manuel Sanguinetti y Sabino Colleta; Luis Franzolini, Raúl Leguizamón y Celestino Martínez; Juan José Maril, Vicente De la Mata, Arsenio Erico, Antonio Sastre y José Zorrilla. El equipo en aquél entonces era dirigido por Guillermo Ronzoni. Mientras que para la Academia jugaron: Albino Risso; José Salomón y Héctor Vidal; Raúl Santiso, Héctor Narvarte y José García; Juan Ángel Devizia, Zito, Delfín Benítez Cáceres, Atilio Fila y Enrique García. Conducido desde la banca por Emilio Firpo.

Se sospechó que los jugadores de La Academia no habían puesto toda su voluntad a la hora de jugar el partido, conjeturas que sacó la propia dirigencia del equipo. Lo cierto es que el Diablo no perdonó, goleó, gustó y se floreó adelante de las narices de su archirrival, decretando la mayor goleada de todas.




Seguinos en Facebook

Más

Ídolos de la Selección


Las dos finales del mundo en las que la Selección Nacional se consagro fueron tenidas de Rojo, pero Bertoni y Burruchaga no fueron los únicos que representaron al paìs y fueron trascendentes para la obtención de títulos o alegrias con la albiceleste.
Acá algunos, de los mas importantes, que supieron defender ambas camisetas como la historia lo marca.

Manuel Seone

Sus goles fueron clave en el Sudamericano de 1925. Como técnico, en 1937, hizo debutar a Vicente De la Mata.

Creyeron que era un dirigente cuando en 1925 llegó a Europa para realizar una exitosa gira con Boca. Los europeos tenían razones para confundirse de esa manera: no podían creer que fuera jugador de fútbol. Sin embargo, La Chancha despejó las dudas en la cancha. No solo era futbolista, sino que también era de los buenos, de esos que deslumbraban en la época amateur. Con su cuerpo excedido en kilos fue un verdadero tanque en el área. Potente, guapo y pícaro para sacar ventajas. Se movía bien en espacios reducidos porque le sobraba calidad para hacerlo.

En la Selección resaltó sobre todo como centrodelantero o entreala izquierdo. Debutó en 1921, anotando tres goles en su primer partido internacional (récord compartido). Fue el goleador (con 6 tantos) en la conquista del Campeonato Sudamericano de 1925. Siguió vinculado a los colores patrios una vez que abandonó los pantalones cortos: lo convocaron para dirigir al equipo nacional. Con él en la conducción, Argentina ganó el Sudamericano de 1937; en aquel torneo hizo debutar a Vicente De la Mata. Fue ídolo en Independiente.


Raimundo Orsi

Tanguero y futbolista, el Mumo amó esas dos actividades. Un wing izquierdo único que luego jugó un Mundial para Italia.

Manos de artista para tocar tan bien el violín. Pies de artista para tratar tan bien el balón. El Mumo, en su vida, tuvo dos pasiones: el tango y el fútbol. Y en las dos materias se dio envidiables lujos: en Amsterdam, durante los Juegos Olímpicos de 1928 (allí consiguió la medalla de plata), Carlos Gardel visitó la concentración argentina y lo invitó a que lo acompañara en un tema; seis años después, en la Italia de Mussolini, se consagró campeón del mundo jugando para el seleccionado local. Ante Checoslovaquia, en la final, señaló el empate que forzó el tiempo suplementario. Su tanto, dicen, salvó varias cabezas (“Vencer o morir”, había sido el mensaje del líder fascista). Fue un wing izquierdo rápido y plagado de destrezas. Con el conjunto nacional ganó el Sudamericano de 1927. Era figura en Independiente pero, tras los Juegos Olímpicos, armó las valijas para desempeñarse en Juventus, donde obtuvo cinco campeonatos. Con Alejandro Scopelli son los únicos que jugaron para Argentina, después lo hicieron para otro país, y volvieron a defender la albiceleste.

Vicente De la Mata

Figura en los años 30 y 40. Indiscutido por su magia para esquivar rivales, dejó su huella al ganar tres Sudamericanos.

Tenía tanta habilidad que era capaz de amagarle a un equipo completo. De hecho, lo hizo en ese gol inolvidable que metió jugando para Independiente, frente a River, en 1939. En estos tiempos de tanta tecnología hubiera dejado pagando a más de un fotógrafo o camarógrafo: nunca se podía saber para dónde iría. Capote daba espectáculo y hacía del estadio un teatro. Con la número 8, en la Selección compartió cancha con Sastre, Cherro, el Chueco García, Minella, Peucelle, Bernabé Ferreyra, Varallo… En 1937, siendo muy joven, dos goles suyos en el desempate ante Brasil (2 a 0) le dieron el torneo continental a la Argentina. En 1946, cuando obtuvo nuevamente el Sudamericano, integró un ataque demoledor junto con Méndez, Pedernera, Labruna y Loustau. También llegó a lo más alto de América en 1945. En Independiente perteneció al gran trío De la Mata-Erico-Sastre. “Adónde va la gente… a ver a don Vicente...”, fue un canto popular de su época. Una particularidad: su hijo, llamado igual, también vistió la celeste y blanca, siendo el primer caso de padre e hijo en la Selección.

Antonio Sastre

Polifuncional por necesidad y por elección, el Cuila maravilló en cualquier puesto y fue clave en el Sudamericano del 37

“Entreala derecho”. “Entreala izquierdo”. “Half derecho”. Las crónicas no mienten: Sastre jugaba en cualquier puesto. Lo más llamativo es que lo hacía bien en todos. Es difícil determinar su verdadera posición, porque se destacaba en cualquiera. Fue el primer gran polifuncional que tuvo el fútbol argentino, y uno de los más completos. Hubo otros antes, en la época amateur, pero ninguno como él: sabía armar juego, sabía gambetear, sabía definir y sabía marcar. 

También cumplió los roles de centromedio, centrodelantero y puntero derecho. En Independiente, sin ir más lejos, integró ataques con De la Mata y Erico. En la Selección, entre otros cracks, con el Charro Moreno, el Chueco García y Masantonio. En el Sudamericano de 1937 le pidieron que fuera una especie de marcador lateral derecho: deslumbró y Argentina se quedó con el título. El Cuila, como le decían, también obtuvo el torneo continental de 1941. Casi al final de su carrera emigró hacia Brasil, para desempeñarse en São Paulo: allí todavía lo recuerdan como “el Maestro” y han hecho un monumento en su honor.

Ernesto Grillo


Le hizo un gol maravilloso a Inglaterra en 1953. En homenaje a esa joyita, cada 14 de mayo se celebra el Día del Futbolista Argentino.

 Burruchaga se convirtió en leyenda por su gol a Alemania Federal en México 86, otro ex Independiente también se hizo bronce por un gol histórico. Mejor dicho, por un golazo. Fue contra Inglaterra, en 1953, en cancha de River. El que se gambeteó a media Corona Británica, definió desde un ángulo cerrado e imposible, y le puso la firma a ese hecho memorable para el fútbol argentino fue Ernesto Grillo, el hombre del gol eterno. Ese gol se rememora cada 14 de mayo: tuvo tanta trascendencia que Futbolistas Argentinos Agremiados instauró esa fecha como el Día del Futbolista Argentino. 

Nacido en La Boca (sus primeras maravillas con una pelota las hizo en el campito de Coronel Salvadores y Carlos F. Melo), curiosamente su primer club fue River. Grillo era 10 pero Peucelle lo ubicó de puntero por la derecha. Como se asfixiaba sobre la raya, pidió el pase y se fue a Independiente. Debutó en Primera en 1949 (Independiente 2 Boca 0) y, tiempo después, irrumpió en el fútbol argentino una de las delanteras más brillantes que existieron: Micheli, Cecconato, Lacasia (más tarde, Bonelli), Grillo y Cruz. Ese quinteto, con Lacasia o con Bonelli, se mudó así, armado como estaba, a la Selección. 

En mayo de 1953, la Selección recibió a los inventores del fútbol en el marco de una gira de Inglaterra por Sudamérica. Hubo un partido el día 14 (los ingleses no lo consideran oficial ya que no pusieron a los titulares) y otro el 17, que se suspendió por lluvia cuando estaban 0-0. Fue en el primero cuando Grillo hizo su obra artística más preciosa dentro de una cancha; sirvió para igualarles momentáneamente 1-1 a los ingleses. Luego, Micheli puso el 2-1 y Grillo, de nuevo, clavó el 3-1 definitivo. Esa tarde hubo 85 mil personas en la cancha de River, aunque si se contaran los que dicen haber visto ese golazo del Pelado, la cifra llegaría al millón. Astuto, con potencia y mucha cintura, fue campeón con Argentina en el Sudamericano de 1955, disputado en Chile. 

En 1957 fue transferido al Milan, donde siguió dando vueltas olímpicas. Alberto J. Armando lo repatrió en el 60 y en Boca obtuvo otros tres títulos. Al final de su vida se dedicó a formar jugadores de Boca en La Candela: hizo sus aportes para que Mouzo, Tarantini, Perotti, Ruggeri y muchos más llegaran a ser lo que fueron. Murió en 1998, en su casa de Bernal, a los 68 años. El cielo reclutó a otro ser humano excepcional.

Jorge Mario Olguín

Excepcional defensor con capacidad goleadora y potente remate de media distancia. Fue titular en el Mundial de Argentina 1978. Injustamente relegado en más de una ocasión, es uno de los futbolistas más brillantes de su generación.

Destacado zaguero de San Lorenzo, con excelente condiciones técnicas para el puesto, fue uno de los jugadores símbolo de la Selección de César Luis Menotti. No recurría al golpe para reducir al delantero rival y tenía dotes para conducir la pelota con la capacidad propia de un volante. Pese a actuar como marcador central en el equipo azulgrana, Menotti lo posicionó siempre sobre el lateral derecho en el conjunto nacional, con el que alcanzó la gloria máxima en 1978: ¡campeón del mundo! No se caracterizaba por sus apariciones mediáticas. El hablaba con su juego distinguido y fue parte importante del equipo. Le pegaba muy bien en los tiros libres y sumó muchos goles por esa vía. Luego del Mundial 82, al terminarse el ciclo de Menotti no volvió a vestir la celeste y blanca, pero sí continuó con su personalidad ganadora: la había mostrado con San Lorenzo, siguió por el rumbo del éxito con Independiente a partir de 1980 y lo reafirmó con Argentinos Juniors, con el que llegó a la cima de América en la Copa Libertadores de 1985.


Daniel Bertoni

Delantero veloz, con olfato de goleador, que anotó el último tanto en la final del Mundial 78 ante Holanda. También estuvo en España 82.

Pensar que casi se queda afuera del Mundial 78… En los 70, Daniel Bertoni sufría por la cuota de suerte que le faltaba con la Selección. Mientras en Independiente formaba junto a Bochini una de las sociedades más estupendas del fútbol argentino, construyendo más paredes que cualquier albañil (juntos ganaron tres veces la Copa Libertadores y una Intercontinental), este Superpibe, como lo denominaron en Avellaneda, a último momento se quedó afuera de Alemania 74, después de estar preseleccionado. 

Parecía que cuatro años después viviría la misma historia por una lesión que sufrió cuando era titular consolidado para Menotti. Perdió su lugar durante algunos partidos y estuvo en duda, pero se pudo recuperar. Primero entró en la lista. Después le ganó el puesto a Houseman y anotó en el debut ante Hungría. Por último, coronó su sacrificio convirtiendo el último gol en la final contra Holanda (3-1). Delantero rápido en las diagonales, hábil y goleador, también integró ese equipazo que no pudo revalidar el título en España 1982. En esa Copa les hizo goles a Hungría y a El Salvador.

Jorge Burruchaga

Socio silencioso de Maradona, fue el autor de uno de los goles más importantes de la historia: el del agónico 3-2 a Alemania en 1986.

Si no es el autor del gol más importante en la historia de la Selección, pega en el palo… El que justamente no pegó en el palo fue ese remate suyo en la final ante Alemania en el estadio Azteca de México, el 29 de junio de 1986, el día que Jorge Burruchaga tocó el cielo con las manos. Fue un pase de Maradona sacado de la galera, una corrida memorable y a pasos agigantados, dos toques con la zurda para adelantarla y seguir manteniéndola bajo control y, claro, una definición notable y genial: cuando vio que Schumacher empezó a salirle, le pegó de derecha, suave pero precisamente, y la pelota, obediente, pasó entre las piernas del arquero alemán y se metió dentro del arco. Y fue el 3-2 definitivo ante una Alemania que no se daba por vencida. Y le dio un título mundial a la Argentina, el segundo de su historia. Y les regaló a los argentinos una alegría imborrable.

¿Quién no gritó ese gol agónico y decisivo? ¿Quién no soñó con esa corrida hacia la gloria del número 7 del equipo de Bilardo? ¿Quién de los que jugó al fútbol no quiso ser Burru en ese instante supremo? En esa final de México 86, la Selección ganaba cómoda con goles de Brown y Valdano. Pero los alemanes, huesos duros de roer, se pusieron 2 2 con dos cabezazos. Y en ese momento, cuando parecía venirse la noche, privó el oficio de esa Selección, la serenidad de Maradona, la categoría de Burruchaga. Mediocampista de Independiente, mirada atenta, clase intacta, personalidad de hierro, fue Burru uno de los socios silenciosos de Diego. 

Surgido en Arsenal y hecho crack en el Rojo, Burruchaga se adaptaba a lo que le pidieran. Y Bilardo, claro, le pedía mil cosas: él se las cumplía una por una. Podía pararse de 8, de 5, de 10, de 11, de cuarto volante, de lo que fuera. En Avellaneda la rompía con Giusti, Marangoni y Bochini. En la Selección se destacaba con Enrique, Batista, Giusti y Olarticoechea, más Maradona y Valdano adelante. En el 86 ya le había hecho un gol a Bulgaria, en la primera fase. Y se encargó de cerrar esa cita mundialista con un canto a la valentía como ese tercer gol a los alemanes.

Cuatro años después, en Italia 90, le marcó un gol a la Unión Soviética y jugó otra final del mundo (ganó Alemania 1-0 y él fue remplazado a los 54 minutos por Gabriel Calderón). Pasó mucho tiempo desde “el” gol de Burru en el 86. Todavía parece estar corriendo a puro suspenso; todavía parece estar festejándolo… 

Ricardo Giusti

El Gringo fue un soldado que siempre le respondió a Bilardo. Si disciplina táctica fue valiosa para gritar campeón en México.

Carlos Bilardo, en declaraciones a El Gráfico, lo incluyó en la lista de los futbolistas con que mejor interpretaron sus ideas. El Gringo era un volante que corría y metía desde el calentamento previo hasta el pitazo final. Valorado por su disciplina táctica y por su solidaridad, se disfrazaba de obrero, y con juego poco vistoso, permitía que los flashes apuntaran a sus compañeros. Fue titular en la primera convocatoria del ciclo bilardista, en 1983, cuando Argentina empató 2-2 con Chile en Santiago. 

Se asentó en la Selección hasta convertirse en una pieza clave para alzar la Copa del Mundo en México 1986, cuando jugó los siete partidos desde el arranque. En ese torneo obedeció tanto al DT que, según la leyenda, Giusti ponía un caramelo en la mitad de la cancha antes del inicio de cada partido por una cábala de Bilardo. 

En Italia 90 participó a partir del último choque de grupos, ante Rumania, pero se perdió la final porque había sido expulsado en la semifinales contra el local. En Independiente, gracias a sus actuaciones, también tocó el cielo con las manos consiguiendo la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental el 1984.

Esteban Cambiasso

Identificado con la Selección desde las categorías juveniles, concretó un gol memorable en el Mundial 2006.

Apareció en la exquisita escuela de Argentinos Juniors y enseguida se destacó, al punto de ser uno de los conductores de la Selección Sub 20 que brilló en el Mundial de Malasia 1997 y trajo la Copa, bajo la conducción de José Pekerman. Por sus movimientos en el centro del campo, pronto lo compararon con Fernando Redondo. Con su creatividad, fino trato de la pelota y empuje, siempre con convicción ofensiva, cautivó al Real Madrid desde adolescente y en 1998 llegó a Independiente, donde César Luis Menotti lo hizo debutar días antes de cumplir los 18 años. A fin de 2000 hizo su aparición en la Selección mayor, de la mano de Marcelo Bielsa, y siguió demostrando su talento en el mediocampo. En el Mundial de Alemania 2006 anotó el mejor gol que se recuerde tras una jugada colectiva: marcó ante Serbia y Montenegro para poner el broche a 25 toques consecutivos del equipo celeste y blanco; el segundo de un 6-0 espectacular. Hoy en el Inter de Milán, es el argentino que más títulos conquistó en la historia: 23, superando al histórico Alfredo Di Stéfano, que quedó con 22.

Sergio Aguero

Dos Mundiales juveniles y una medalla de oro olímpica son sus pergaminos. Su gambeta endiablada aún tiene camino por recorrer.

El abuelo de Benjamín hizo su debut en la Primera División argentina cuando tenía 15 años, 11 meses y 20 días. Un récord solo superado por el papá de Benjamín, que debutó con 15 años, 1 mes y 5 días. El abuelo se apellida Maradona y ya transitó todo su recorrido con los pantalones cortos. El papá es Agüero y aún está caminando. Con sus gambetas y sus goles, el Kun (yerno de Diego) avanza por la ruta del éxito. Con el Sub 20 ganó dos Mundiales, privilegio que solo tienen tres futbolistas (los otros son los portugueses Fernando Brassard y João Pinto, en 1989 y 1991). El primer título fue en 2005, en Holanda, donde fue suplente. El segundo fue en 2007, en Canadá, donde fue capitán, goleador del torneo (6 tantos) y el mejor jugador, según la FIFA. Idolo en Independiente y en Atlético de Madrid, este delantero capaz de quebrar cualquier cintura quedó cerca de ingresar en la lista para ir a Alemania 2006. Dos años después, mostrando un gran nivel al lado de Lionel Messi, se colgó la medalla dorada en los Juegos Olímpicos. En 2010 disputó, sin trascender, algunos minutos en la Copa del Mundo de Sudáfrica.

Fuente: Revista El Gràfico


Más

Woody Allen jugando al fútbol


Woody Allen jugando al fútbol

La mejor definición sobre Ricardo Enrique Bochini lo escribió un futbolista: Jorge Valdano. Recuperamos un maravilloso escrito sobre el Bocha que lo pinta de lleno.

Era Woody Allen jugando al fútbol: un cuerpo insuficiente para cualquier cosa, una cara adecuada para el fracaso, un talento punzante, veloz, inmenso. Era como ese ladrón que ausculta la imposble caja fuerte mientras sus dedos le sacan el secreto a la clave, hasta que de pronto…¡clic!. Sí, señor: un balón jugado por él abría todos los candados defensivos. Le bastaba un toque, un clic. Su cabeza es como una cancha de pueblo, pelada en el centro; su tronco de plastilina, y sus piernas, de alambre. Clara demostración de que en el fútbol el aspecto no hace al ídolo. El Bocha era la reserva espiritual de un fútbol que se nos escapaba de las manos a toda velocidad.

Jugaba con el número 10, número que arrastraba la sospecha, en este caso confirmada, de ser poco trabajador; su pierna era la derecha, pero nunca supo pegarle a la pelota; a lo sumo, la empujaba.

Cabecear, tampoco, porque tenía cuatro pelos y no era cuestión de ponerlos en peligro.  A entrenar no iba mucho, y cuando se decidía llegaba tarde.  No se apresuren a juzgarlo: era un genio que usaba la cabeza para pensar milagros, el pie derecho para hacerlos y el cuerpo  para contarles mentiras a los rivales.  Aun así, ¿cómo explicarle su grandeza a un europeo?

Él era la síntesis del conjunto de vicios y valores más característicos del jugador argentino,  Cierta vez le preguntaron por Johan Cruyff, y su respuesta fue casi una definición: “Corre mucho, pero juega bien”. Es que siempre le pareció una contradicción, además de una extravagancia, que alguien dotado para jugar bien se pusiera a sudar.
quien supo condensar una filosofía popular que prestigia la técnica y la creatividad al tiempo que condena el sacrificio.

El Bocha nunca vio la necesidad, francamente.


LOS GOLES, PARA LOS OTROS


Siempre jugó para el gol, a condición de que fuera otro quien se encargara de meterlo.  En un partido amistoso que la Selección Argentina jugo en Buenos Aires bajo la dirección de César Luis Menotti, nuestro número 10 se cansó de servir goles y sus compañeros se  cansaron de errarlos.  Ya en el vestuario, El Bocha se quejó amargamente: ”A este paso voy a tener que meter los goles yo”.

Hasta ahí podíamos llegar; eso hubiera significado una traición, ya que Bochini sólo metía un gol si no había más remedio. El fútbol, según Bochini, era de paredes, gambetas y pase profundo, definición simple y concreta que encaja con su personalidad poco ruidosa.  Con paredes y gambetas limpiaba su propio camino de odiosos adversarios; con el pase profundo se limpiaba a los compañeros.

Si se tratara de secuencias fotográficas, sería más o menos así.

Primera foto: Bochini, con la cabeza levantada, el balón a sus pies y tres rivales adelante.

Segunda foto: Bochini con la cabeza levantada, el balón a sus pies y tres rivales en el suelo.

Tercera foto: Bochini, tocando el balón.  

Cuarta foto: Un compañero de Bochini se encuentra con dos regalos: el balón y el arco contrario.

Quinta foto: El gol, que como ustedes recordarán, es un trámite que Bochini delega.

En tiempos de grandes migraciones futbolísticas, él eligió quedarse en el país que lo entendia; cuando el negocio estaba en cambiar de club, el prefirió no quitarse la camiseta roja que lo amaba.

*Extracto de un texto publicado origialmente en el diario El País, 1991.


Más

"Jugar de '10' es dificilísimo" | Entrevista al Mas Grande


"Jugar de '10' es dificilísimo" | Entrevista al Mas Grande

Muy pocos jugadores son capaces de definir un torneo y un club. Independiente de Avellaneda, el club más laureado de América, y la Copa Libertadores, son lo que son, en gran medida, gracias a la aparición en 1972 de un jugador más bien pequeño, de gesto grave, regate directo y una capacidad para comprender el juego sobrenatural. El Bocha ganó la Libertadores en 1972, 1973, 1974, 1975 y 1984. Hoy, Ricardo Bochini (Argentina, 1954), la leyenda del Rojo, sigue siendo un misterio.

Pregunta. ¿Cómo hacía para conducir y regatear mirando a sus compañeros?

Respuesta. Era natural. Lo que sí practicaba era llevar la pelota lo más pegada al pie y lo más rápido posible. Cuando jugábamos con Bertoni íbamos a los campitos y conducíamos la pelota pegada al pie 50 o 60 metros. Frenábamos y vuelta atrás. También practicábamos jugando de primera. Llevábamos la pelota 50 metros tocándola de aire, con la cabeza, con el pie, sin que se cayera nunca. Por la mañana entrenábamos, y por la tarde íbamos al campito. Teníamos la pelota todo el día. Por eso teníamos tanto dominio.

P. Usted, que es diestro, se hizo famoso por tirar paredes. ¿Le venían mejor los zurdos?

R. Con Bertoni me entendía muy bien. Al Juventus le ganamos así una Copa Intercontinental. Tiramos una pared en el medio de la cancha y yo le hice el gol a Zoff cuando me salió, tocándosela por encima de la cabeza. Yo para las paredes siempre me entendí bien con los derechos: con Bertoni, con Outes, con Burruchaga... Ahora nadie tira paredes. Sólo el Barcelona tira bastante. Tocan de primera. Ta-ta-ta... Van jugando.

P. ¿En qué jugador se siente reflejado ahora?

R. Aimar es bárbaro.

P. ¿De todas las finales que jugó cuáles fueron las más difíciles?

R. En 1972, Universitario tenía un equipazo. Media selección peruana. Antes la Copa era más difícil
porque los mejores jugadores de Suramérica estaban en los equipos. Ahora están en Europa y los que se quedan acá y juegan la Libertadores son más o menos. En mi época los mejores brasileños jugaban en Brasil. Y los uruguayos lo mismo. El año pasado vi la final de Estudiantes con Cruzeiro y Cruzeiro no tenía ninguno en la selección. Cuando jugamos con Cruzeiro en 1974 fue extraordinario. Hicimos un triangular para pasar a la final. Veníamos de perder con Rosario Central, el equipo de Kempes. Y teníamos que ganarle al Cruzeiro en Belo Hoizonte por 0-3. Y fuimos y les ganamos. Jugaba Batata, wing derecho, Palinha, Josinho, Dirceu, el diez, Wilson, Nelinho... Tenían cinco titulares de la selección brasileña. Llegaron tres veces a la final de la Libertadores y la ganaron en 1976. ¡Ahora a las semifinales entra cada equipo! ¡El Once Caldas! ¡El Liga de Quito! ¡Antes esos equipos no existían!

P. ¿Qué recuerda de la final con Colo-Colo en 1973?

R. Era prácticamente la selección chilena. Un equipazo. Galindo, los hermanos Herrera, Ahumada, Véliz, Caszely... ¡Esos sí que hacían paredes! Fuimos a Santiago con Pinochet y por la noche había toque de queda. Si ellos ganaban eran campeones. Y empatamos y fuimos al desempate en Montevideo. Ahí ellos llevaron al arriero y tenían el apoyo de todo Uruguay. De las 60.000 personas que había en la cancha, 50.000 tiraban para Colo-Colo. Porque llevaron al arriero.

P. ¿Qué arriero?

R. El arriero que salvó a los uruguayos supervivientes del accidente aéreo de Los Andes. En Uruguay el arriero era muy querido. Y los chilenos lo llevaron y lo hicieron dar la vuelta por la pista de atletismo. El tipo paseó vestido de gaucho. Y el estadio se vino abajo.

P. ¿Por qué Menotti no lo llevó al Mundial en 1978?

R. Prefirió llevar a Villa y a Alonso. En aquella época en Argentina había muchos 10. Muy buenos jugadores. Ahora están Riquelme y Aimar... Y nada más.

P. ¿Por qué se agotan los 10?

R. Porque los técnicos juegan con carrileros, con tipos que corren... Y jugar de 10 es dificilísimo. Hay que gambetear, hay que meter bien la pelota, hay que jugar en espacios reducidos... Yo diría que tal y como está el fútbol hoy en día habría que jugar con dos 10. No con uno, sino con dos creadores. ¡Como el Barcelona! El Barcelona juega como en Argentina antes. Con toque, con rapidez, con mucha gente llegando al remate. Y yo me pregunto: ¿A quién queremos copiar? Aquí la prensa elogia a jugadores que corren, que van al suelo, carrileros... Maradona cuenta con buenos jugadores: Aimar, Di María, Agüero, Messi... El problema es que nunca los pone a todos juntos. Los periodistas argentinos quieren que ponga a Palermo, para tirarle centros. Y Palermo va a ir al Mundial. ¡Una cosa de locos! ¡Dicen que hay que jugar con un 9 de área! Con Independiente no jugábamos con un 9. Así le ganamos una Intercontinental al Liverpool. Llegábamos todos tocando los delanteros, los volantes, Marangoni, Giusti, Burruchaga, yo... Y después el gol lo hacía cualquiera.





Otras entradas al blog sobre Ricardo Bochini





Más