Ídolos de la Selección


Las dos finales del mundo en las que la Selección Nacional se consagro fueron tenidas de Rojo, pero Bertoni y Burruchaga no fueron los únicos que representaron al paìs y fueron trascendentes para la obtención de títulos o alegrias con la albiceleste.
Acá algunos, de los mas importantes, que supieron defender ambas camisetas como la historia lo marca.

Manuel Seone

Sus goles fueron clave en el Sudamericano de 1925. Como técnico, en 1937, hizo debutar a Vicente De la Mata.

Creyeron que era un dirigente cuando en 1925 llegó a Europa para realizar una exitosa gira con Boca. Los europeos tenían razones para confundirse de esa manera: no podían creer que fuera jugador de fútbol. Sin embargo, La Chancha despejó las dudas en la cancha. No solo era futbolista, sino que también era de los buenos, de esos que deslumbraban en la época amateur. Con su cuerpo excedido en kilos fue un verdadero tanque en el área. Potente, guapo y pícaro para sacar ventajas. Se movía bien en espacios reducidos porque le sobraba calidad para hacerlo.

En la Selección resaltó sobre todo como centrodelantero o entreala izquierdo. Debutó en 1921, anotando tres goles en su primer partido internacional (récord compartido). Fue el goleador (con 6 tantos) en la conquista del Campeonato Sudamericano de 1925. Siguió vinculado a los colores patrios una vez que abandonó los pantalones cortos: lo convocaron para dirigir al equipo nacional. Con él en la conducción, Argentina ganó el Sudamericano de 1937; en aquel torneo hizo debutar a Vicente De la Mata. Fue ídolo en Independiente.


Raimundo Orsi

Tanguero y futbolista, el Mumo amó esas dos actividades. Un wing izquierdo único que luego jugó un Mundial para Italia.

Manos de artista para tocar tan bien el violín. Pies de artista para tratar tan bien el balón. El Mumo, en su vida, tuvo dos pasiones: el tango y el fútbol. Y en las dos materias se dio envidiables lujos: en Amsterdam, durante los Juegos Olímpicos de 1928 (allí consiguió la medalla de plata), Carlos Gardel visitó la concentración argentina y lo invitó a que lo acompañara en un tema; seis años después, en la Italia de Mussolini, se consagró campeón del mundo jugando para el seleccionado local. Ante Checoslovaquia, en la final, señaló el empate que forzó el tiempo suplementario. Su tanto, dicen, salvó varias cabezas (“Vencer o morir”, había sido el mensaje del líder fascista). Fue un wing izquierdo rápido y plagado de destrezas. Con el conjunto nacional ganó el Sudamericano de 1927. Era figura en Independiente pero, tras los Juegos Olímpicos, armó las valijas para desempeñarse en Juventus, donde obtuvo cinco campeonatos. Con Alejandro Scopelli son los únicos que jugaron para Argentina, después lo hicieron para otro país, y volvieron a defender la albiceleste.

Vicente De la Mata

Figura en los años 30 y 40. Indiscutido por su magia para esquivar rivales, dejó su huella al ganar tres Sudamericanos.

Tenía tanta habilidad que era capaz de amagarle a un equipo completo. De hecho, lo hizo en ese gol inolvidable que metió jugando para Independiente, frente a River, en 1939. En estos tiempos de tanta tecnología hubiera dejado pagando a más de un fotógrafo o camarógrafo: nunca se podía saber para dónde iría. Capote daba espectáculo y hacía del estadio un teatro. Con la número 8, en la Selección compartió cancha con Sastre, Cherro, el Chueco García, Minella, Peucelle, Bernabé Ferreyra, Varallo… En 1937, siendo muy joven, dos goles suyos en el desempate ante Brasil (2 a 0) le dieron el torneo continental a la Argentina. En 1946, cuando obtuvo nuevamente el Sudamericano, integró un ataque demoledor junto con Méndez, Pedernera, Labruna y Loustau. También llegó a lo más alto de América en 1945. En Independiente perteneció al gran trío De la Mata-Erico-Sastre. “Adónde va la gente… a ver a don Vicente...”, fue un canto popular de su época. Una particularidad: su hijo, llamado igual, también vistió la celeste y blanca, siendo el primer caso de padre e hijo en la Selección.

Antonio Sastre

Polifuncional por necesidad y por elección, el Cuila maravilló en cualquier puesto y fue clave en el Sudamericano del 37

“Entreala derecho”. “Entreala izquierdo”. “Half derecho”. Las crónicas no mienten: Sastre jugaba en cualquier puesto. Lo más llamativo es que lo hacía bien en todos. Es difícil determinar su verdadera posición, porque se destacaba en cualquiera. Fue el primer gran polifuncional que tuvo el fútbol argentino, y uno de los más completos. Hubo otros antes, en la época amateur, pero ninguno como él: sabía armar juego, sabía gambetear, sabía definir y sabía marcar. 

También cumplió los roles de centromedio, centrodelantero y puntero derecho. En Independiente, sin ir más lejos, integró ataques con De la Mata y Erico. En la Selección, entre otros cracks, con el Charro Moreno, el Chueco García y Masantonio. En el Sudamericano de 1937 le pidieron que fuera una especie de marcador lateral derecho: deslumbró y Argentina se quedó con el título. El Cuila, como le decían, también obtuvo el torneo continental de 1941. Casi al final de su carrera emigró hacia Brasil, para desempeñarse en São Paulo: allí todavía lo recuerdan como “el Maestro” y han hecho un monumento en su honor.

Ernesto Grillo


Le hizo un gol maravilloso a Inglaterra en 1953. En homenaje a esa joyita, cada 14 de mayo se celebra el Día del Futbolista Argentino.

 Burruchaga se convirtió en leyenda por su gol a Alemania Federal en México 86, otro ex Independiente también se hizo bronce por un gol histórico. Mejor dicho, por un golazo. Fue contra Inglaterra, en 1953, en cancha de River. El que se gambeteó a media Corona Británica, definió desde un ángulo cerrado e imposible, y le puso la firma a ese hecho memorable para el fútbol argentino fue Ernesto Grillo, el hombre del gol eterno. Ese gol se rememora cada 14 de mayo: tuvo tanta trascendencia que Futbolistas Argentinos Agremiados instauró esa fecha como el Día del Futbolista Argentino. 

Nacido en La Boca (sus primeras maravillas con una pelota las hizo en el campito de Coronel Salvadores y Carlos F. Melo), curiosamente su primer club fue River. Grillo era 10 pero Peucelle lo ubicó de puntero por la derecha. Como se asfixiaba sobre la raya, pidió el pase y se fue a Independiente. Debutó en Primera en 1949 (Independiente 2 Boca 0) y, tiempo después, irrumpió en el fútbol argentino una de las delanteras más brillantes que existieron: Micheli, Cecconato, Lacasia (más tarde, Bonelli), Grillo y Cruz. Ese quinteto, con Lacasia o con Bonelli, se mudó así, armado como estaba, a la Selección. 

En mayo de 1953, la Selección recibió a los inventores del fútbol en el marco de una gira de Inglaterra por Sudamérica. Hubo un partido el día 14 (los ingleses no lo consideran oficial ya que no pusieron a los titulares) y otro el 17, que se suspendió por lluvia cuando estaban 0-0. Fue en el primero cuando Grillo hizo su obra artística más preciosa dentro de una cancha; sirvió para igualarles momentáneamente 1-1 a los ingleses. Luego, Micheli puso el 2-1 y Grillo, de nuevo, clavó el 3-1 definitivo. Esa tarde hubo 85 mil personas en la cancha de River, aunque si se contaran los que dicen haber visto ese golazo del Pelado, la cifra llegaría al millón. Astuto, con potencia y mucha cintura, fue campeón con Argentina en el Sudamericano de 1955, disputado en Chile. 

En 1957 fue transferido al Milan, donde siguió dando vueltas olímpicas. Alberto J. Armando lo repatrió en el 60 y en Boca obtuvo otros tres títulos. Al final de su vida se dedicó a formar jugadores de Boca en La Candela: hizo sus aportes para que Mouzo, Tarantini, Perotti, Ruggeri y muchos más llegaran a ser lo que fueron. Murió en 1998, en su casa de Bernal, a los 68 años. El cielo reclutó a otro ser humano excepcional.

Jorge Mario Olguín

Excepcional defensor con capacidad goleadora y potente remate de media distancia. Fue titular en el Mundial de Argentina 1978. Injustamente relegado en más de una ocasión, es uno de los futbolistas más brillantes de su generación.

Destacado zaguero de San Lorenzo, con excelente condiciones técnicas para el puesto, fue uno de los jugadores símbolo de la Selección de César Luis Menotti. No recurría al golpe para reducir al delantero rival y tenía dotes para conducir la pelota con la capacidad propia de un volante. Pese a actuar como marcador central en el equipo azulgrana, Menotti lo posicionó siempre sobre el lateral derecho en el conjunto nacional, con el que alcanzó la gloria máxima en 1978: ¡campeón del mundo! No se caracterizaba por sus apariciones mediáticas. El hablaba con su juego distinguido y fue parte importante del equipo. Le pegaba muy bien en los tiros libres y sumó muchos goles por esa vía. Luego del Mundial 82, al terminarse el ciclo de Menotti no volvió a vestir la celeste y blanca, pero sí continuó con su personalidad ganadora: la había mostrado con San Lorenzo, siguió por el rumbo del éxito con Independiente a partir de 1980 y lo reafirmó con Argentinos Juniors, con el que llegó a la cima de América en la Copa Libertadores de 1985.


Daniel Bertoni

Delantero veloz, con olfato de goleador, que anotó el último tanto en la final del Mundial 78 ante Holanda. También estuvo en España 82.

Pensar que casi se queda afuera del Mundial 78… En los 70, Daniel Bertoni sufría por la cuota de suerte que le faltaba con la Selección. Mientras en Independiente formaba junto a Bochini una de las sociedades más estupendas del fútbol argentino, construyendo más paredes que cualquier albañil (juntos ganaron tres veces la Copa Libertadores y una Intercontinental), este Superpibe, como lo denominaron en Avellaneda, a último momento se quedó afuera de Alemania 74, después de estar preseleccionado. 

Parecía que cuatro años después viviría la misma historia por una lesión que sufrió cuando era titular consolidado para Menotti. Perdió su lugar durante algunos partidos y estuvo en duda, pero se pudo recuperar. Primero entró en la lista. Después le ganó el puesto a Houseman y anotó en el debut ante Hungría. Por último, coronó su sacrificio convirtiendo el último gol en la final contra Holanda (3-1). Delantero rápido en las diagonales, hábil y goleador, también integró ese equipazo que no pudo revalidar el título en España 1982. En esa Copa les hizo goles a Hungría y a El Salvador.

Jorge Burruchaga

Socio silencioso de Maradona, fue el autor de uno de los goles más importantes de la historia: el del agónico 3-2 a Alemania en 1986.

Si no es el autor del gol más importante en la historia de la Selección, pega en el palo… El que justamente no pegó en el palo fue ese remate suyo en la final ante Alemania en el estadio Azteca de México, el 29 de junio de 1986, el día que Jorge Burruchaga tocó el cielo con las manos. Fue un pase de Maradona sacado de la galera, una corrida memorable y a pasos agigantados, dos toques con la zurda para adelantarla y seguir manteniéndola bajo control y, claro, una definición notable y genial: cuando vio que Schumacher empezó a salirle, le pegó de derecha, suave pero precisamente, y la pelota, obediente, pasó entre las piernas del arquero alemán y se metió dentro del arco. Y fue el 3-2 definitivo ante una Alemania que no se daba por vencida. Y le dio un título mundial a la Argentina, el segundo de su historia. Y les regaló a los argentinos una alegría imborrable.

¿Quién no gritó ese gol agónico y decisivo? ¿Quién no soñó con esa corrida hacia la gloria del número 7 del equipo de Bilardo? ¿Quién de los que jugó al fútbol no quiso ser Burru en ese instante supremo? En esa final de México 86, la Selección ganaba cómoda con goles de Brown y Valdano. Pero los alemanes, huesos duros de roer, se pusieron 2 2 con dos cabezazos. Y en ese momento, cuando parecía venirse la noche, privó el oficio de esa Selección, la serenidad de Maradona, la categoría de Burruchaga. Mediocampista de Independiente, mirada atenta, clase intacta, personalidad de hierro, fue Burru uno de los socios silenciosos de Diego. 

Surgido en Arsenal y hecho crack en el Rojo, Burruchaga se adaptaba a lo que le pidieran. Y Bilardo, claro, le pedía mil cosas: él se las cumplía una por una. Podía pararse de 8, de 5, de 10, de 11, de cuarto volante, de lo que fuera. En Avellaneda la rompía con Giusti, Marangoni y Bochini. En la Selección se destacaba con Enrique, Batista, Giusti y Olarticoechea, más Maradona y Valdano adelante. En el 86 ya le había hecho un gol a Bulgaria, en la primera fase. Y se encargó de cerrar esa cita mundialista con un canto a la valentía como ese tercer gol a los alemanes.

Cuatro años después, en Italia 90, le marcó un gol a la Unión Soviética y jugó otra final del mundo (ganó Alemania 1-0 y él fue remplazado a los 54 minutos por Gabriel Calderón). Pasó mucho tiempo desde “el” gol de Burru en el 86. Todavía parece estar corriendo a puro suspenso; todavía parece estar festejándolo… 

Ricardo Giusti

El Gringo fue un soldado que siempre le respondió a Bilardo. Si disciplina táctica fue valiosa para gritar campeón en México.

Carlos Bilardo, en declaraciones a El Gráfico, lo incluyó en la lista de los futbolistas con que mejor interpretaron sus ideas. El Gringo era un volante que corría y metía desde el calentamento previo hasta el pitazo final. Valorado por su disciplina táctica y por su solidaridad, se disfrazaba de obrero, y con juego poco vistoso, permitía que los flashes apuntaran a sus compañeros. Fue titular en la primera convocatoria del ciclo bilardista, en 1983, cuando Argentina empató 2-2 con Chile en Santiago. 

Se asentó en la Selección hasta convertirse en una pieza clave para alzar la Copa del Mundo en México 1986, cuando jugó los siete partidos desde el arranque. En ese torneo obedeció tanto al DT que, según la leyenda, Giusti ponía un caramelo en la mitad de la cancha antes del inicio de cada partido por una cábala de Bilardo. 

En Italia 90 participó a partir del último choque de grupos, ante Rumania, pero se perdió la final porque había sido expulsado en la semifinales contra el local. En Independiente, gracias a sus actuaciones, también tocó el cielo con las manos consiguiendo la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental el 1984.

Esteban Cambiasso

Identificado con la Selección desde las categorías juveniles, concretó un gol memorable en el Mundial 2006.

Apareció en la exquisita escuela de Argentinos Juniors y enseguida se destacó, al punto de ser uno de los conductores de la Selección Sub 20 que brilló en el Mundial de Malasia 1997 y trajo la Copa, bajo la conducción de José Pekerman. Por sus movimientos en el centro del campo, pronto lo compararon con Fernando Redondo. Con su creatividad, fino trato de la pelota y empuje, siempre con convicción ofensiva, cautivó al Real Madrid desde adolescente y en 1998 llegó a Independiente, donde César Luis Menotti lo hizo debutar días antes de cumplir los 18 años. A fin de 2000 hizo su aparición en la Selección mayor, de la mano de Marcelo Bielsa, y siguió demostrando su talento en el mediocampo. En el Mundial de Alemania 2006 anotó el mejor gol que se recuerde tras una jugada colectiva: marcó ante Serbia y Montenegro para poner el broche a 25 toques consecutivos del equipo celeste y blanco; el segundo de un 6-0 espectacular. Hoy en el Inter de Milán, es el argentino que más títulos conquistó en la historia: 23, superando al histórico Alfredo Di Stéfano, que quedó con 22.

Sergio Aguero

Dos Mundiales juveniles y una medalla de oro olímpica son sus pergaminos. Su gambeta endiablada aún tiene camino por recorrer.

El abuelo de Benjamín hizo su debut en la Primera División argentina cuando tenía 15 años, 11 meses y 20 días. Un récord solo superado por el papá de Benjamín, que debutó con 15 años, 1 mes y 5 días. El abuelo se apellida Maradona y ya transitó todo su recorrido con los pantalones cortos. El papá es Agüero y aún está caminando. Con sus gambetas y sus goles, el Kun (yerno de Diego) avanza por la ruta del éxito. Con el Sub 20 ganó dos Mundiales, privilegio que solo tienen tres futbolistas (los otros son los portugueses Fernando Brassard y João Pinto, en 1989 y 1991). El primer título fue en 2005, en Holanda, donde fue suplente. El segundo fue en 2007, en Canadá, donde fue capitán, goleador del torneo (6 tantos) y el mejor jugador, según la FIFA. Idolo en Independiente y en Atlético de Madrid, este delantero capaz de quebrar cualquier cintura quedó cerca de ingresar en la lista para ir a Alemania 2006. Dos años después, mostrando un gran nivel al lado de Lionel Messi, se colgó la medalla dorada en los Juegos Olímpicos. En 2010 disputó, sin trascender, algunos minutos en la Copa del Mundo de Sudáfrica.

Fuente: Revista El Gràfico


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