Raúl Emilio Bernao | El poeta de la derecha



Raúl Emilio Bernao | El poeta de la derecha

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Bernao y el team rojo con el mitico
saludo de los brazos en alto,
en la Intercontinental contra el Inter
Gambeta. Velocidad. Improvisación. Habilidad. Loco. Palabras que asocio desde muy pibe cada vez que escucho el nombre de Raúl Emilio Bernao, ídolo sin tiempo del club del cual soy hincha y uno de los mejores jugadores argentinos de la década del ´60. Un tipo que parecía carecer de cintura, pero que sin embargo poseía una habilidad capaz de enloquecer a cualquier marcador que se le pusiera enfrente. 

Nacido el 5 de noviembre de 1941 en Sarandí, desde muy chico se hizo fanático de Independiente. Por eso no fue extraño que, luego de pasar por potreros donde jugó con gente como Roberto Perfumo, Ángel Clemente Rojas o “Pepé” Santoro -todos vecinos del barrio-, ingresara en las inferiores del club de Avellaneda. El gran debut en primera le llegó a mediados de 1961, el 30 de julio para ser más exactos: fue triunfo ante Huracán por 2 a 0 en el Palacio Ducó, y fue la primera de las tantas tardes en que dejaría un surco por el andarivel derecho, a pura gambeta y desborde. Sin embargo, se había lucido poco tiempo antes en un partido jugado en el ya inexistente Estadio Gral. San Martín de Mar del Plata, luciendo los colores albicelestes (en un combinado Sub-19). 

Enganche hacia adentro, enganche hacia afuera,
siempre desparramando rivales


No le costó demasiado ganarse un lugar en el primer equipo, y su primer gol lo hizo a las pocas fechas de haber debutado, en un 5 a 2 ante Argentinos, en un match jugado en Alsina y Cordero. Ya en su segunda temporada como titular se dio el gran gusto de consagrarse campeón, en aquel torneo de 1963 que Independiente le arrebató sobre el cierre a River Plate. Esa conquista fue la que permitió al Rojo jugar la Libertadores de 1964, primera de las que ganaría la institución; el logro del conjunto dirigido por Manuel Giúdice, se repitió al año siguiente tras batir a Peñarol en la instancia decisiva. En esa serie la participación de quien fuera conocido popularmente como el “Loco” fue notoria: metió el gol (sobre la hora) del 1-0 en la ida jugada en Avellaneda y tras la derrota (1-3) en el Centenario, abrió el camino del 4 a 1 en Santiago de Chile, en el tercer partido de aquella final. Después de asimilar la eliminación ante el CARP en la edición ´66 de la copa, el CAI ganó el Torneo Nacional de 1967, con un sprint final que incluyó triunfos ante Boca, River en el Monumental, y una goleada (4-0) al Racing de Pizzutti, que venía de ser campeón del mundo. Junto a él, la delantera de ese equipo la conformaban “Chirola” Yazalde, Luis Artime, Raúl Savoy y el “Conejo” Tarabini, tipos que arrasaron a cuanta defensa se le puso enfrente en ese campeonato, ya que el equipo terminó con 43 goles a favor en 15 partidos disputados. 

Bernao era un artista de la gambeta, en sentido individual y colectivo. Desde su función de puntero derecho, no era sólo un buen solista que buscaba autoabastecer su ego futbolístico, sino que a sus compañeros les servía su viboreante recorrido con la pelota, y su facilidad para dejar a menudo a la defensa rival desparramada. Era un virtuoso improvisador de engaños y posiciones ofensivas ganadas, solía quebrar la línea de fondo en reiteradas ocasiones, y si se daba la chance, se entremezclaba en el área para definir. 

Era el poeta de la derecha, también
era el Loco, Raul Bernao.
Tras un par de años irregulares, Independiente ganó con angustia el Metropolitano de 1970, otra vez superando a Racing en la última fecha (3-2), y postergando por un gol a favor a un River que ya acumulaba 13 años de sequía. Nueve años después del debut, Bernao seguía siendo titular y referente indiscutido, lo cual mostraba su vigencia. Luego de esa conquista, la dirigencia empezó a madurar la idea de transferirlo, tratando de matar dos pájaros de un tiro: por un lado, mantener la costumbre de vender bien para que las finanzas del club estuvieran en orden (en forma simultánea, también fueron vendidos Yazalde y Tarabini) y por el otro, permitirle al futbolista que hiciera una diferencia económica a esa altura de su vida. Al término del Nacional de ese año, llegó una oferta desde Colombia y fue el Deportivo Cali el que se hizo con sus servicios. Sú último partido vistiendo la camiseta roja fue por la fecha final del torneo, el 16 de diciembre del ´70; así como en su debut, su equipo ganó 2-0, a Banfield… pero en la cancha de Racing. 

Una vez en tierra colombiana, el presidente Alex Gorayeb (histórico mandamás del Cali) le dio un muy buen contrato, y todo lo necesario para que el delantero se sintiera cómodo; a pesar de no ganar ningún campeonato en los tres años que jugó con el equipo caleño -lo mejor fue el subcampeonato de 1972-, el argentino dejó un muy buen recuerdo allí, tal como lo muestra la web oficial del club. En 1974 regresó al país, pero para jugar en Gimnasia y Esgrima La Plata. Si bien algunas condiciones las mantenía intactas, su falta de velocidad era notoria, y tal vez motivación no era algo que le sobrara. El ciclo en GELP fue corto (10 partidos, un gol convertido) y decidió retirarse cuando solamente tenía 33 años. Tuvo su capítulo en la selección mayor -15 partidos, 4 goles-, pero fue uno de los que jugó en las eliminatorias para México ´70, en lo que fue la mayor frustración de su carrera. 

Wing habilidoso y gambeteador, su nombre quedará por siempre asociado al apodo de “poeta de la derecha”, que le puso el periodista Osvaldo Ardizzone luego de un 5 a 1 que le propinó Independiente al Santos de Pelé en febrero del ´64, en un partido amistoso que sirvió como excusa para inaugurar la iluminación de la Doble Visera. Por una cuestión cronológica, creo que fue como un nexo entre la magia de Orestes Corbatta y el gran René Orlando Houseman, tipos que también hicieron arte jugando por la punta derecha, el primero en la década del ´50, y el santiagueño a lo largo de gran parte de los 70´s. 

Bernao ya entrado en años, siempre ligado al fútbol
Dejo a ustedes las opiniones de un par de rivales suyos, y la de otra figura reconocida -que además lo admiraba desde chico- para que tengamos una idea aproximada de lo que era este personaje dentro y fuera de un rectángulo de césped. Tal vez su mayor rival de la década, un tal Silvio Marzolini dijo alguna vez: “Raúl se inspiraba casi siempre contra Boca y en Avellaneda”. Los duelos entre ellos marcaron un hito en nuestro fútbol: según la cátedra, era el mejor lateral izquierdo enfrentando al mejor puntero derecho. Habilidad y destreza por ambos lados. Bernao, un exquisito de la gambeta y Marzolini un lateral con recursos de volante. “Bernao era amague, freno, quiebre y velocidad corta. Si no lo tomaba bien antes de recibir y tenía los dos segundos para girar y encararme, ganaba él”, admitió Marzolini. 

Un compañero de quien fuera catalogado como “el mejor 3 del mundo”, Norberto Madurga manifestó: “Silvio era el mejor en su puesto, pero Bernao lo volvía loco. Recuerdo especialmente el clásico jugado en el Metro ´70 por la mañana, debido a que se estaba jugando el mundial en México; ese día él estuvo imparable”


Por otra parte, la gente de “El Grafico” le preguntó alguna vez a Ricardo Daniel Bertoni quien había sido su ídolo cuando era chico, y la respuesta fue: “Raúl Bernao. Me gustaba su desborde, su habilidad. Cuando jugaba contra Boca y Marzolini, más todavía. Silvio era el mejor tres del mundo, impasable para todos, menos para Bernao, que le daba unos bailes bárbaros. Además, era ídolo adentro y afuera de la cancha. Una vez, mi viejo le dijo que yo lo quería saludar, vino, me dio un beso y me acarició la cabeza. Yo era un nene y me sentí en las nubes”.
Tipo de gambeta indescifrable y constantes desbordes, Bernao era de esos wines que no se movían de su punta. Agarraba la pelota y encaraba, no le tenía miedo al choque. Del abanico de habilidades, todas las opciones eran factibles con su pierna diestra, ya sea cambiarla de pie, tirarla larga o llevarla bien corta y a puro quiebre de cintura. Sus números en la institución de Mitre 470 marcan que jugó 275 partidos y metió 47 goles. A pesar de no haber sido un gran goleador (él no estaba para eso), igualmente quedó en la historia y en el corazón de la gente, por las características antes mencionadas, sin perjuicio de que un tipo que contribuyó en gran medida a ganar tres torneos locales y dos Libertadores difícilmente podría ser olvidado. Bohemio del fútbol, desde joven se deslumbró con las demostraciones de Garrincha, y siempre intentó sacar lo mejor del manual del brasileño. 

Después del retiro, mantuvo el bajo perfil y se dedicó a la familia y a un par de emprendimientos comerciales, aunque no se alejó del fútbol completamente. Solía recordar con especial cariño aquel gol del descuento en San Pablo ante el temible Santos en la semifinal de la copa del ´64, tanto que inició el camino de la hazaña (tras ir 0-2 el CAI se impuso esa noche por 3 a 2) y también el de la final desempate en 1965. A fines de los ’90, junto con otros reconocidos ex-jugadores, fundó la Mutual Futbolistas Solidarios para ayudar a tipos que están mal y no son recordados por nadie, según declaró alguna vez; además, presidía la Mutual del CAI. Hasta que el 26 de diciembre de 2007, una repentina dolencia hepática pudo más que él. Antes de morir, el “Loco” pidió que sus restos fueran cremados y esparcidos en el nuevo estadio del Independiente que tanto amó…


Por @gumaciojavi.
Agradecimiento a Walter Dellagnolo por la colaboración del aporte.
Muchísimas Gracias.

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